Los aficionados a los onsen (baños termales) de Tohoku solían comprarlos como recuerdo. Estos muñequitos eran también una fuente de ingresos para la población local durante los meses de invierno, poco propicios para la agricultura.
Los kokeshis más populares están hechos de cornejo de pagoda, famoso por su dureza y resistencia. También existen versiones en madera de cerezo. Su composición tradicional es sencilla: una pequeña cabeza redonda sobre un tronco simple.
La superficie, perfectamente lisa, está delicadamente pintada con pincel. Las finas líneas son sorprendentes. El acabado con una capa de cera pulida le confiere todo su brillo característico. En el siglo XVII, eran principalmente representaciones de niños y tenían formas longitudinales.
Las versiones actuales son menos esbeltas, más redondeadas y se presentan en versiones de animales, ancianos o más fantasiosas, con signos del zodiaco, personajes populares o criaturas. La razón es sencilla: son codiciados por los coleccionistas tanto por su atractivo estético como por las virtudes que se les atribuyen: felicidad, salud, etc.
Un imprescindible del arte popular japonés.